Los Beatles y yo. Música y de todo un poco.

martes, 26 de julio de 2016

Rosendo

Hace no mucho hablaba de la honestidad dentro de la música cuando mentaba al Boss. Músicos
comprometidos con la realidad circundante pero sin caer en el mesianismo al estilo del líder de U2. En el rock en castellano también tenemos figuras similares, sin tanta repercusión mundial, pero a las que podemos considerar consecuentes con el mundo en que vivimos o, sin ir más lejos, con el suelo patrio que habitamos. ¿De quién hablo? De Rosendo Mercado. Leyenda viva del rock urbano desde sus inicios en Fresa, pasando por grandes grupos como Ñu y, sobre todo, Leño. Un tipo cercano, tranquilo, que nos demuestra que se puede ser músico sin necesidad de divismos pero todo un rockero.

Y todo esto ha venido a cuento cuando leía la noticia de que quieren erigirle una estatua en su barrio y que él amablemente ha rechazado, demostrándonos que está por encima de muchas cosas y que él es solo uno más entre tantos:
“Yo creo que hay motivos más importantes para gastar el dinero en estos momentos que en poner una escultura a un cantante, guitarrista, o como queráis llamarlo. Ahí lo dejo”.
Realmente sí que está por encima de muchos. Al menos por encima de tanto corrupto que soportamos en este país y tan amigos de este tipo de eventos.

Si bien ya conocía a nuestro protagonista de hoy en esos grupos antes mencionados, fue a través de su primer disco en solitario cuando comencé a echarle el ojo más detenidamente: Loco por incordiar (1985). Pero veamos cómo llega hasta aquí.
Tras dar por finalizada su trayectoria con leño, con la oposición de su discográfica claro (estos siempre jod...), consigue sacar un disco con tan solo nueve temas (de nuevo los de antes le dieron poco tiempo para proceder y nuestro amigo hizo lo que pudo) pero se marca un buen disco de rock. El de Carabanchel cambia un poco el chip pero sin abandonar el rollo urbano que hacía con su grupo y factura un disco "simplemente" de rock, sin grandilocuencias. Y con buenas ventas.
En cuanto a las letras se desmarca un tanto del rock incisivo y de denuncia aunque sigue dejando claro sus ideas; y le canta algo más al amor y esas cosas, que se puede hacer rock duro pero los rockeros también tienen sentimientos y les duele el corazón, como a todos. Entre los nueve temas, dos tienen letra o colaboración de Ramoncín (sí, ese señor tan denostado porque algunas veces es muy "suyo" pero al que hay que reconocer su sitio en la historia de la música rock de barrio y en español).

El disco arranca con un ataque directo a su discográfica en Agradecido por esas cosillas ya mencionadas (y no es el primero que lo hace, recordemos precisamente a Ramoncín y su Rey del pollo frito en el que pone a caer de un guindo a un ejecutivo discográfico). Y la cosa no decae. Le siguen otros chutes de buen rock: Corazones, el éxito Loco por Incordiar, Pan de Higo, Crucifixión, por citar algunas. Y para cerrar la poco más de media hora que dura el disco aparece esa maravilla instrumental que es Buenas Noches. Corto pero intenso.

Es curioso que años más tarde mi sobrina Arancha me sorprendiera diciendo que le gustaba la música de Rosendo, así que no tuve más remedio que regalar este disco a la niña. Y aquí seguimos, Locos por Incordiar.

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